"¿Cuánto Pesa un Minuto en Miami-Dade? El Teatro del Poder y los Guiones Preescritos" How Much Does a Minute Weigh in Miami-Dade? The Theater of Power and the Prewritten Scripts.
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«¿Cuánto Pesa un Minuto en Miami-Dade? El Teatro del Poder y los Guiones Preescritos». Los ciudadanos tienen exactamente un minuto para intentar incluir sus voces en el guion del poder.

En el corazón del condado de Miami-Dade, donde el sol del Caribe se mezcla con el bullicio de una metrópolis en constante transformación, se alza un edificio de gobierno en la 111 Northwest 1st Street. En su segundo piso, bajo luces fluorescentes y cámaras que graban para la posteridad, se despliega mensualmente un drama político que bien podría rivalizar con las obras clásicas de Shakespeare: la Junta de Comisionados del Condado Miami-Dade. Aquí, entre discursos coreografiados y agendas preaprobadas, los ciudadanos tienen exactamente un minuto para intentar incluir sus voces en el guion del poder. Pero, ¿cuánto pesa realmente ese minuto en una obra donde el final ya parece escrito?


El Escenario: Un Teatro con Telones de Burocracia

Miami-Dade, fundado en 1836 bajo el nombre de un militar caído en las Guerras Semínolas, es hoy un laberinto de 34 municipios, 38 áreas censales y 16 regiones no incorporadas. Su gobierno, dirigido por la alcaldesa Daniella Levine Cava —una figura que combina el carisma de una influencer política con la astucia de una veterana— y 13 comisionados que representan distritos tan diversos como los barrios de Little Havana y los suburbios de Coral Gables, parece funcionar bajo un libreto invisible.

Las audiencias públicas, ese supuesto bastión de la democracia, se transforman en una coreografía de la ineficacia: residentes con emergencias que van desde el desgarro de la crisis habitacional hasta la urgencia climática deben declamar su angustia frente a un elenco de políticos que, entre miradas distraídas, los interpelan con un «¿sobre qué va a hablar?» cortante, o exigen —como requisito burocrático— que declaren su lugar de residencia, restándole segundos a ese minuto preciado que ya se escurre como arena entre los dedos.

Mientras el reloj sigue corriendo, el ritual no es solo hablar, sino sobrevivir a un filtro de legitimidad, donde hasta tu dirección postal se convierte en un dato para validar tu derecho a ser oído… o para silenciarte. El cronómetro, al final, no mide soluciones: es el símbolo de un sistema que prioriza el control sobre la escucha.

"¿Cuánto Pesa un Minuto en Miami-Dade? El Teatro del Poder y los Guiones Preescritos"

El Minuto Ciudadano: Entre la Esperanza y la Farsa

El ritual es claro: para hablar, hay que registrarse con anticipación, someterse a cuestionarios y ajustarse a un punto específico de la agenda. Luego, el reloj cuenta 60 segundos. En ese brevísimo lapso, residentes desesperados intentan condensar años de negligencia institucional, mientras algunos comisionados revisan sus teléfonos o susurran entre sí. «Es una escena dantesca», «Te das cuenta de que ni en un minuto ni en cien logras traspasar el cuarto muro de este teatro. El guion ya está decidido en backstage«.

Y es que, tras bambalinas, los acuerdos suelen fraguarse mucho antes de que el telón se alce. Las votaciones críticas —sobre presupuestos millonarios o proyectos de infraestructura— rara vez se deciden en el pleno, sino en reuniones privadas o mediante alianzas tejidas entre «actores» que llevan décadas repitiendo los mismos roles. Como en una tragicomedia griega, figuras como el comisionado que ayer defendía a los desamparados hoy vota por recortar fondos a programas sociales, sin perder su máscara de benevolencia.


El Elenco: Actores que No Quieren Dejar las Tablas

El condado es un escenario donde prima la longevidad sobre la innovación. Algunos comisionados, con más de 20 años en el cargo, encarnan personajes anclados en un pasado que ya no existe. Sus actuaciones —improvisadas en apariencia, pero calculadas— reflejan un sistema que premia la lealtad a viejas redes de poder sobre la eficiencia. «Es como ver a un Othello convertido en Medea de un día para otro», ironiza un periodista político. «Cambian de discurso según el viento, pero nunca pierden el tableado: saben cómo mover las fichas para mantenerse en el juego».

Mientras, la alcaldesa Daniella Levine Cava intenta equilibrar su imagen progresista con las presiones de un elenco fragmentado. Su liderazgo, criticado por algunos como demasiado conciliador, choca contra muros de inercia burocrática. Los «teloneros» —abogados, lobistas, funcionarios de carrera— trabajan para mantener intacta la fachada, incluso cuando las grietas son evidentes: desde la corrupción en contratos públicos hasta la incapacidad para resolver el colapso de edificios como el de Surfside.


El Público: Un Minuto para Gritar en un Teatro (Casi) Mudo

En este drama, los ciudadanos son espectadores incómodos. Su minuto ante el micrófono es un gesto simbólico, un guiño a la participación que contrasta con la realidad de decisiones tomadas a puertas cerradas. Cuando el «guion» es demasiado impopular —como el polémico acuerdo con desarrolladores en zonas ambientalmente sensibles—, las audiencias se vuelven privadas, y el público es expulsado de la sala.

Pero no todos se resignan al silencio. Colectivos de residentes, están reescribiendo el libreto desde fuera, usando redes sociales y protestas creativas para exigir transparencia. Su demanda es clara: derribar el teatro y construir un nuevo escenario donde el minuto ciudadano pese más que los discursos ensayados.


¿Final Abierto o Otra Temporada de la Misma Obra?

Miami-Dade, con su diversidad cultural y su dinamismo económico, merece un gobierno a la altura. Pero para ello, el teatro del poder debe renovarse: nuevos actores, directores con visión y un guion que priorice soluciones sobre espectáculo. Mientras tanto, el minuto seguirá corriendo… y pesando menos que un suspiro en el viento húmedo del sur de Florida.

¿Será posible algún día que un minuto en Miami-Dade valga más que mil aplausos vacíos? La obra continúa.


Nota del autor: Este artículo no busca deslegitimar el trabajo de funcionarios comprometidos, sino reflexionar sobre un sistema que, como muchos en EE.UU., enfrenta el desafío de reconciliar la democracia participativa con estructuras de poder arraigadas. El teatro, al fin, es solo una metáfora… o quizá no.


¡La Última Palabra Es Tuya, Miami-Dade!

¿Sabías que este condado te pertenece? Detrás de los discursos, las agendas y los micrófonos cronometrados, el poder real late en las calles, en tus manos. Los residentes no somos espectadores de un teatro ajeno: somos los dueños del guion. No permitas que te vendan la mentira de que las decisiones ya están escritas. Participa, exige, ocupa espacios. Asiste a las audiencias, vota con conciencia, organízate con tus vecinos y alza la voz aunque te digan que «solo tienes un minuto».

La burocracia quiere que creas que tu papel es callar. ¡No lo aceptes! Cada pregunta incómoda, cada propuesta desde las bases, cada firma en una petición, es un ladrillo que derriba el muro del statu quo. Si no alzas la mano, otros decidirán por ti… y el futuro de Miami-Dade seguirá secuestrado en salas cerradas.

Tú eres el autor de esta historia.
No dejes que nadie le ponga punto final.

¡Actúa hoy!
#ElPoderEsDelPueblo #MiamiDadeNoSeRinde

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